Por Michael Klare*
Traducción de José Fernando Ocampo T.
La semana pasada el Presidente Obama hizo una rara aparición en el Pentágono para destapar un nuevo plan estratégico sobre la política y el gasto militar de Estados Unidos en la próxima década. Obama era evidentemente el primer presidente en presentar sus puntos de vista desde un podio en el salón de prensa del Pentágono. Este fue su comentario: “Entiendo que es la primera vez que un presidente está haciendo esto. Es un salón muy elegante.” (risas) Y fue ampliamente presentado en los medios. Sin embargo, nadie pensó hacer algo al respecto, aunque esto nos dice mucho sobre el ambiente de este país.
En la última década el país se ha militarizado de tal forma que nadie se imagina diez años de planificación gubernamental o inversión alguna no conectada con los militares o la seguridad nacional estatal. La guerra y los recursos para la guerra se han convertido ahora en nuestros negocios y los militares de Estados Unidos nuestro disfraz, que va desde la acción humanitaria hasta la diplomacia (aunque el mismo ejército no puede hacer lo que teóricamente se ha planteado hacer: ganar una guerra moderna).
Así, pues, cuando Estados Unidos tiene que enfrentarse a un problema en el mundo—digamos, preservar el suministro de energía en este planeta—lo primero que se hace es militarizar el problema. Es el único camino que tiene Washington en su forma de pensar. Como lo deja claro Michael Klare—cuyo próximo libro book The Race for What’s Left: The Global Scramble for the World’s Last Resources será sin duda el más leído en esta temporada—una mayor militarización de la política del petróleo y del gas está en marcha como objetivo el Pacífico, y tenemos otro año lleno de preocupaciones en el horizonte.
Artículo de Michael Klare Aguas peligrosas
Los tres puntos más peligrosos de conflicto en la era de la geoenergía
Bienvenidos a un mundo tenso donde un pequeño incidente en un punto de conflicto sobre la energía pude incendiar una región, provocando confrontaciones sangrientas, elevando los precios del petróleo y poniendo en peligro la economía mundial. Con una demanda de energía en aumento y con fuentes de abastecimiento en disminución, estamos entrando en una nueva era—la era de la geoenergía—en el que la contienda por fuentes vitales dominará la política internacional. En 2012 y más allá, energía y conflicto quedarán todavía mucho más ligados, dándole importancia creciente a los puntos estratégicos en este nuestro mundo constreñido por la necesidad de recursos.
Tomemos el Estrecho de Ormuz (en el golfo de Omán), que al comienzo del 2012 ya ha estado en primera plana de las noticias y ha estremecido los mercados de energía. Conecta el Golfo Pérsico y el Océano Índico, que no tiene cómo imponer características geográficas como el Estrecho de Gibraltar o el Golden Gate de San Francisco. Pero en un mundo conciente de la importancia de la energía, puede poseer un gran significado estratégico, mucho mayor que cualquier otro sitio en el mundo. Según el Ministerio de Energía de Estados Unidos, por esta arteria vital pasan 17 millones de barriles de petróleo diarios—lo cual representa el 20% del suministro mundial diario
Cuando el mes pasado un funcionario iraní amenazó con bloquear el estrecho en respuesta a nuevas sanciones de Washington mucho más estrictas, los precios del petróleo inmediatamente se elevaron. Mientras los militares de Estados Unidos prometían mantener abierto el estrecho, crecían las dudas sobre la seguridad de los despachos de petróleo y las preocupaciones sobre una crisis potencialmente sin término fijo que crispa los nervios en Washington, Teheran y Tel Aviv, mientras los expertos predicen alzas de los precios del petróleo en el inmediato futuro, lo cual significaría una desgracia para una economía mundial en descenso.
El estrecho de Hormuz no es, sin embargo, sino uno de varios lugares críticos en donde la energía, la política y la geografía parecen estar mezclándose peligrosamente en 2012 y más allá. Pero también hay que tener los ojos abiertos sobre los mares Meridional y Oriental de China, la cuenca del Mar Caspio y el Ártico rico en energía que está perdiendo hielo. En todos estos sitios, los países están en disputa por el control sobre la producción y el transporte de energía, en una discusión sobre fronteras nacionales o derechos de tránsito.
En los próximos años, los puntos y rutas de abastecimiento de energía—oleoductos, puertos petroleros, rutas de buques cisterna—se convertirán en los mojones cruciales de un mapa estratégico global. Las áreas claves de producción, como el Golfo Pérsico, será de una importancia crítica, pero también sitios de conflicto del petróleo como el Estrecho de Ormuz y el Estrecho de Malaca (entre el Océano Índico y Mar Meridional de China) así como “las líneas marítimas de comunicación” o SLOCS (como suelen llamarlas los estrategas marítimos) que conectan las áreas de producción con los mercados de ultramar. Cada vez más, las primeras potencias encabezadas por Estados Unidos, Rusia y China van a reestructurar sus ejércitos para combatir en estos sitios.
Esto se puede ya ver en el complejo documento de
En la nueva era de la geoenergía, el control de la energía y de su trasporte a los mercados estará en el corazón de las recurrentes crisis globales. Este año hay que ponerle cuidado a los tres puntos calientes: el Estrecho de Ormuz, el Mar Meridional de China y el Mar Caspio.
El estrecho de Ormuz
Una angosta zona de agua que separa Irán de Omán y de los Emiratos Árabes Unidos, el estrecho es la única conexión marítima entre la rica región en petróleo del Golfo Pérsico y el resto del mundo. Un increíble porcentaje de petróleo producido por Irán, Iraq, Kuwait, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos es trasportado diariamente por buques cisternas a través de este pasadizo, lo que lo convierte (en palabras del Ministerio de Energía) en “el sitio estratégico más importante del mundo”. Algunos analistas consideran que un bloqueo continuo del estrecho podría disparar el precio del petróleo en un 50% y provocar una recesión o depresión a escala mundial.
Los dirigentes estadounidenses han considerado desde hace tiempo que este estrecho, como un punto estratégico de sus planes globales, tiene que ser defendido a cualquier precio. El primero que planteó este punto de vista fue el presidente Jimmy Carter en enero de 1980, al final de la invasión y ocupación soviética a Afganistán que—como le dijo al Congreso—“ha llevado las fuerzas soviéticas trescientas millas adentro del Océano Índico y a cerrar el Estrecho de Ormuz, un canal por el que fluye la mayor parte del petróleo del mundo.” E insistió en que la respuesta de Estados Unidos debería ser inequívoca: cualquier intento de un poder hostil por bloquear el tránsito marítimo debe ser considerado como un “asalto sobre los intereses vitales de Estados Unidos de América” y debe “ser rechazado por todos los medios necesarios, incluyendo las fuerzas militares.”
Mucho han cambiado las condiciones en el Golfo desde que Carter publicara su famoso pronunciamiento, conocido desde entonces como
Es posible que los iraníes pongan a prueba las capacidades de Washington. El 27 de diciembre, el primer vicepresidente de Irán Mohammad-Reza Rahimini afirmó: “Si los americanos imponen sanciones sobre las exportaciones petroleras de Irán, no pasará una gota de petróleo por el Estrecho de Ormuz.” Parecidas afirmaciones han sido hechas por otros altos funcionarios. Además, los iraníes han llevado a cabo recientemente ejercicios navales en el Mar de Arabia cerca de la desembocadura del estrecho, y han afirmado que vendrán más maniobras. Al mismo tiempo, el comandante general de las fuerzas iraníes dio a entender que el “John C. Stennis”, un portaviones estadounidense que estaba zarpando del Golfo, no debería volver. “La república islámica de Irán,” afirmó en forma nefasta, “no se le volverá a hacer una advertencia”.
¿Podrían los iraníes bloquear el estrecho? Muchos analistas consideran que las afirmaciones de Rahimini y sus colegas son simples alardes, orientados a desafiar a los dirigentes occidentales, subir los precios del petróleo y ganar futuras concesiones en caso de que se restablezcan las negociaciones sobre el programa nuclear del país. Sin embargo, la situación económica en Irán se está volviendo desesperada, y es posible que los líderes de línea dura en apuros puedan presionar la toma de acciones dramáticas, aun si provoca un contraataque del poderoso Estados Unidos. En cualquier caso, el Estrecho de Ormuz seguirá siendo un foco de atención internacional en 2012, y los precios mundiales del petróleo seguirán el rumbo de las tensiones en la zona.
El Mar Meridional de China
El Mar Meridional de China es una porción del Pacífico occidental delimitado por China en el norte, Vietnam al occidente, Filipinas al oriente, y la isla de Borneo (que comparten Indonesia y Malasia) al sur. El mar también incorpora dos cadenas de islas casi deshabitadas, las Paracel y las Spratlys. Por mucho tiempo un sitio importante de pesca, ha sido también una avenida para el embarque comercial entre Asia Oriental y Europa, el Medio Oriente y África. Más recientemente, adquirió importancia como una fuente potencial de petróleo y gas natural, cuyas reservas mayores se creen estar en las áreas submarinas que rodean las Paracel y las Spratlys.
Con el descubrimiento de depósitos de petróleo y gas, el Mar de China se ha transformado en punto de fricción internacional. Por lo menos algunas islas de esta rica área en energía están siendo reclamadas por los países limítrofes, incluyendo China que las reclama todas, y ha demostrado la decisión de utilizar la fuerza militar para afirmar su dominio en la región. No resulta sorprendente que esta pretensión la haya colocado en conflicto con los otros reclamantes, incluyendo algunos que tienen lazos muy estrechos con Estados Unidos. En consecuencia, lo que había comenzado como un asunto regional entre China y varios miembros de Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), se ha convertido en un eventual conflicto entre los dos poderes líderes del mundo.
Brunei, Malasia, Vietnam y Filipinas han estado tratando de actuar colectivamente para defender sus reclamaciones por medio de
El Ministro de Relaciones Exteriores chino, Yang Jiechi, se apresuró a advertirle a Estados Unidos que no interfiriera. Declaró que ese intento “empeoraría los asuntos y haría más difícil una solución”. El resultado fue una inmediata guerra de palabras entre Beijing y Washington. En una visita a la capital china en julio de 2011, el director de los Jefes de Estado Mayor, el almirante Mike Mullen, dejó una semi amenaza al advertir de una posible acción militar futura. “La preocupación que tengo, entre otras,” comentó, “es que incidentes continuos podrían desencadenar un error de cálculo y un estallido que nadie anticiparía.” Para hacer sentir traer el punto en casa, Estados Unidos ha llevado a cabo una serie de ejercicios militares claramente visibles en el Mar Meridional de China, incluyendo algunas maniobras conjuntas con navíos de Vietnam y Filipinas. Y para no quedarse atrás, China por su lado respondió con maniobras navales. Es una fórmula perfecta para futuros “incidentes” marinos.
El Mar Meridional de China ha estado desde hace tiempo en las pantallas de los radares de quienes siguen los asuntos de Asia, pero solamente atrajo la atención mundial cuando en noviembre el presidente Obama viajó a Australia y anunció, con asombros crudeza, una nueva estrategia de Estados Unidos para enfrentar el poder chino en Asia y el Pacífico. “En nuestros planes y en el presupuesto para el futuro,” les dijo a los miembros del Parlamento australiano en Camberra, “destinaremos todos los recursos necesarios para mantener nuestra sólida presencia militar en esta región.” Un aspecto clave de este esfuerzo será garantizar “la seguridad marítima” en el Mar Meridional de China.
En Australia el Presidente Obama también anunció el establecimiento de una nueva base de Estados Unidos en Darwin, en la costa norte del país, y también la ampliación de lazos militares con Indonesia y Filipinas. En enero, así mismo, cuando estuvo en el Pentágono para discutir los cambios de la estrategia militar del país en el mundo, el presidente puso especial énfasis en la proyección del poder de Estados Unidos en la región.
Indudablemente Beijing también ha tomado sus propias medidas, no menos beligerantes, para proteger sus crecientes intereses en el Mar Meridional de China. Por supuesto, el objetivo de estos movimientos no se conoce. Después del Estrecho de Ormuz, indudablemente, el Mar Meridional de China puede ser el punto clave de la energía mundial en donde pequeños errores o provocaciones podría conducir a mayores confrontaciones en el 2012 y más adelante.
La cuenca del Mar Caspio
El Mar Caspio es una masa de agua rodeada por Rusia, Irán y las ex repúblicas de
No es la primera vez que el Caspio es considerado como una fuente importante de petróleo y también de un potencial conflicto. Al final del siglo XIX, la región circundante a Bakú—entonces parte del imperio ruso, ahora en Azerbaiján—fue una fuente prolífica de petróleo y, por tanto, una gran presea estratégica. El futuro jefe soviético José Stalin ganó notoriedad allí como líder de los obreros militantes del petróleo, y Hitler buscó capturarla durante su fallida invasión de
Según la petrolera gigante British Petroleum, el área del Caspio contiene 48 mil millones de barriles de petróleo (la mayor parte en Azerbaiján y Kasakstán) y 449 billones de pies cúbicos de gas natural (la mayor parte en Turkmenistán). Esto coloca a la región por encima de Norte y Sur América en reservas totales de gas y en las reservas de petróleo de Asia. Pero producir toda esta energía y sacarla a los mercados externos será una tarea monumental. La infraestructura de energía de la región es angustiosamente inadecuada y el Caspio no posee salidas marítimas a otros mares y, por eso, el petróleo y el gas tienen que ser transportados por oleoducto o ferrocarril.
Rusia, la potencia dominante en la región, está tratando de controlar las rutas de transporte por las que el gas y el petróleo del Caspio puedan alcanzar los mercados internacionales. Lo tratan de lograr modernizando los oleoductos de la era soviética que conectan la desaparecida Unión Soviética a Rusia o construyendo nuevos para conseguir un cuasi monopolio sobre el mercado de toda esta energía, utilizando la diplomacia tradicional, tácticas de amedrentamiento, y toda clase de sobornos para ganar los dirigentes regionales (muchos de los cuales sirvieron bajo la burocracia soviética) para embarcar su energía a través de Rusia. Como lo planteé en mi libro Rising Powers, Shrinking Planet, Washington intentó impedir estos intentos costeando la construcción de oleoductos alternativos que evitaran pasar por el territorio ruso, cruzaran Azerbaiján, Georgia y Turquía hasta el Mediterráneo (en especial el oleoducto BTC o Bakú-Tiflis-Ceiján), al mismo tiempo que Beijing construye sus propios oleoductos que unen el área del Caspio con China occidental.
Todos estos oleoductos atraviesan áreas de agitación étnica y comunican diferentes regiones en disputa como la rebelde Chechenia y la separatista Osetia del Sur. Como resultado, tanto China como Estados Unidos han unido sus operaciones del oleoducto con asistencia militar a los países que atraviesan las rutas. Temerosa de la presencia norteamericana, tanto militar como de cualquier otra clase, en los antiguos territorios de
Dada la magnitud de las reservas de petróleo y gas del Caspio, numerosas firmas de energía están planificando en la región operaciones de nueva producción, además de los oleoductos necesarios para transportar el petróleo y el gas a los mercados. Por ejemplo,
En la nueva Era de
*Michael T. Klare es professor de estudios sobre la paz y la seguridad mundial en la universidad de Hampshire y colaborador regular de TomDispatch. Es autor del libro Rising Powers, Shrinking Planet. Su Nuevo libro, The Race for What’s Left: The Global Scramble for the World’s Last Resources será publicado en marzo.
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